27 julio, 2015

Adam Zagajewski, una larga entrevista y tres poemas.

                 
                                                        



    ENTREVISTA:



[—¿Le da miedo internet?—No, no. No me da miedo en absoluto. Trato de no prestar la menor atención a los numerosos comentarios que van debajo de los artículos, porque algunos son francamente primitivos y brutales. Esa es la parte de la web que me interesa nada. Pero creo que internet tiene maravillosos aspectos, como la Wikipedia. En Chicago, donde suelo enseñar, mis compañeros son grandes estudiosos que conocen todo. Pero incluso ellos cuando no saben algo acuden a Wikipedia, no a la Británica. Eso se acabó. Y es muy útil. Es cierto que muchas entradas están lejos de ser perfectas. Y al mismo tiempo hay tanta poesía en la web… Y por supuesto imágenes. Si te olvidas del aspecto de un templo griego vas a internet y lo tienes enseguida al alcance de la mano. Internet es un inmenso deposito de imágenes y de palabras. A mí gustan los ordenadores, uso mucho el ordenador, aunque espero no haberme convertido en un adicto. Pero no tengo nada contra él, es una gran adición, algo que suma.]
 Alfonso Armada, ABC, 26 julio 21015, la entrevista completa: 
"La poesía tiene un valor extra cuando la vida está en peligro"


                                 Klee, 1913




UNA MAÑANA EN VICENZA                  

                                                                                          In memoriam Josif Brodsky, Krsysztof Kiélowski




El sol era tan delicado, tan joven, que nos preocupaba,

un movimiento imprudente de la mano podía rayarlo,
incluso un grito (si alguien hubiera querido gritar) lo amenazaba;
sólo a las dispersas golondrinas de alas duras como el hierro fundido
les estaba permitido silbar fuerte, porque pasaban una breve infancia llena de angustia
en nidos de barro,
junto a sus hermanos, pequeños  y locos planetas,
negros como arándanos silvestres.

En una cafetería un garçon aún dormido (bajo sus ojos

afluían las últimas sombras de la noche) buscaba suelto
en un bolsillo sin fondo, el café olía a la solemnidad
de la tinta de imprenta, a dulzura y a Arabia. El azul
del cielo prometía un largo atardecer, un día interminable.
Te miraba como si te estuviera viendo por primera vez.
Y hasta parecía que las columnas de Palladio
hubiesen acabado de nacer, emergiendo de las olas
del alba, como Venus, tu compañera mayor.

Empezar de nuevo, contar las pérdidas, contar los muertos,

empezar un nuevo día, aunque vosotros ya no estéis, tú,
a quien enterramos dos veces y a quien lloramos dos veces
(viviste el doble de intenso que otros, en dos continentes, dos
lenguas, la realidad y la imaginación) y tú de marcados rasgos
y mirada que agrandaba  cosas y corazones (siempre demasiado
pequeños). Ya no estáis y así ahora llevaremos una doble vida,
a la vez en la luz y en la sombra, en el radiante sol del día
y en el frío de los pasillos pétreos, en el luto y en la alegría.



                                           
                                                 Kleeángel olvidadizo, 1939


EN SILESIA

Los bosques se alzan sobre las minas
y los exuberantes álamos (negros, no italianos)
que crecen en la orilla de un riachuelo muerto
son como pastores evangélicos
a la hora de una gran amenaza
(es decir: siempre).
Aquí la naturaleza es más solemne.



                                        Klee, 1920

DE LA MEMORIA

De la memoria emerge una calle estrecha
(que sea la laringe de este poema)
y un humo denso y gris de la coquería
que como un volcán echaba chispas
al cielo, pagando su deuda a las estrellas.

Mi calle: dos solteronas orgullosas
de labios finos (sobrevivieron a Siberia
y a Stalin); un actor joven, ávido de fama,
y el profesor G.,que en el alzamiento perdió
un brazo, una manga vacía como una vela.

Todavía no sé nada, nada ha pasado,
aparte de la guerra y el exterminio de los judíos.
En invierno una nieve gris descansa en los tejados
atenta como un indio y temiendo a la primavera.
Llegan las vacaciones, una naranja pelada.

Un capellán goloso se traga los Evangelios
en una roja iglesia neogótica, ¡oh corazón
de corazones! Cristo tiene una herida en el pecho.
Por suerte después de misa hay bollos de crema
y el suplicio del latín se desvanece.

En los cuarteles se entrenan nuevos
reclutas, mi amigo toca la trompeta
como Miles Davis, sólo que mejor. 
Las chicas salen a dar un paseo
con faldas anchas y almidonadas.

Esta horrible tierra, agrietada por ríos
planos y negros, llena de cicatrices
como la mejilla de un estudiante alemán,
callaba durante el día, pero por la noche
canturreaba canciones en dos lenguas.

Y nosotros también vivíamos entre dos dialectos, 
en la jerga estrecha de lo cotidiano, del odio,
y en el lenguaje de un gran sueño.
Al mediodía se abría poco a poco el ojo
de las nubes, el ojo de las lágrimas y de la luz.


Adam Zagajewski, Deseo, Acantilado, 



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